El postureo agile es el reflejo del ensalzamiento actual de estas metodologías en las empresas. Un gran error muy extendido.
¿Por qué se ha extendido este «postureo agile»?
Afortunadamente, directivos, jefes de área y mandos intermedios se han visto arrastrados por la marea de las metodologías ágiles. Pocos no han oído hablar de Scrum o Kanban. En algunos casos, han escuchado cantos de sirenas alabando lo progresistas de estas formas de gestión. En otros, han admirado los niveles de productividad alcanzados en empresas que las aplican. Pero todos ellos han sentido la punzada de la envidia y el deseo de sentirse incluidos en ese selecto círculo de empresas.

Sin embargo, autodenominarse ágiles sin saber qué implicaciones tiene es un gran error. Esas metodologías para la gestión de proyectos conllevan aplicar técnicas relativamente complejas. Requieren una adaptación a formas de trabajar que en muchos casos son denostadas, precisamente, por quien se jacta de dirigir equipos ágiles.
El puro postureo agile es como ponerse un disfraz. No les convierte en el alter ego en quien se quieren ver reflejados. Para llegar a ese punto se necesita un cambio de mentalidad profundo que debe enraizar en todos los segmentos de la empresa.
No es lo mismo ser «agile» que el «postureo agile»
Muchas veces el responsable de una empresa considera que basta con contratar a alguien que su único bagaje es disponer de un certificado. En otras ocasiones, se opta por dar un curso a los miembros de un equipo que van a poner en marcha un proyecto. Al día siguiente, ese responsable se enorgullece al asegurar que su empresa es ágil.
Se requiere un nivel de aptitud elevado y no sólo un título. Es necesaria una experiencia obtenida sobre la base de proyectos trabajados a lo largo de años. Ninguna empresa, ni ningún equipo se vuelve ágil de un día para otro.
La complejidad a la hora de aplicar las técnicas adecuadas de la manera correcta se consigue a través de un proceso de aprendizaje continuo.
Otro gran error de ese postureo agile es querer aplicar éstas metodologías a todo tipo de proyectos. La mejora en términos de eficiencia que aportan depende del tipo de proyecto que se esté llevando a cabo. Hace poco te hablé de los ciclos de vida de los proyectos (predictivo, iterativo e incremental). El primer paso para ganar en eficiencia es saber elegir el ciclo de vida adecuado para tu proyecto.

Las metodologías ágiles no son una receta mágica que al aplicarlas hagan que tus proyectos se vuelven exitosos. Hay proyectos cuya naturaleza requiere que se gestionen con fórmulas alejadas de la supuesta agilidad. De otro modo, las posibilidades de incurrir en retrasos o exceso en los costes se disparan. Y, en consecuencia, alcanzar el objetivo se complica y las posibilidades de éxito se diluyen.
Un aspecto que ya he comentado, pero creo que es importante hacerlo de nuevo, es la adaptación. Debe haber un proceso de cambio y de asimilación a nivel global. En el postureo agile la transformación es muy rápida, pero una evolución real es lenta y compleja. El método Kotter, del que ya he escrito, define una serie de fases por las que se ha de pasar. El proceso, hasta que se logra interiorizar completamente ese nuevo ADN, es largo y complejo. No basta con ponerse una máscara o enarbolar una pancarta que diga: ¡soy ágil!
Conclusión
El postureo agile no aporta agilidad, es, más bien, la preparación para sufrir un tropezón. En primer lugar, porque esas metodologías no son mejores en sí mismas, son adecuadas para determinados proyectos, pero no para otros. Y, en segundo lugar, porque el proceso de conversión requiere mucho esfuerzo y tiempo.
«En la mayoría de los hombres la conciencia es una anticipación de la opinión ajena».
John Henry Taylor